lunes, 23 de junio de 2008

PEDAGOGIA Y EDUCACION DE LOS SENTIMIENTOS

Las grandes transformaciones ocurridas en la sociedad en estos últimos años, son contemplados con sorpresa, luego con una progresiva indiferencia o en otros casos, como la necesidad de aceptar lo inevitable; de los entresijos de esta realidad surge la consideración que la sociabilidad, las emociones y los sentimientos son parte inherente del ser humano, la investigación teórica se inicia revisando los aportes de la perspectiva humanista, la cual da especial significación a las experiencias afectivas sobre la base de la interacción del individuo con otros y con su medio. La relación se fundamenta en la comprensión, aceptación, tolerancia, donde el desarrollo del potencial humano consiste en crear un clima favorable para que se produzca una comunicación efectiva.
Existe suficiente evidencia en la literatura que demuestra que los factores fisiológicos afectan los procesos cognitivos y afectivos y cómo estos a su vez, afectan el funcionamiento fisiológico; todo individuo tiene la habilidad innata de aprender. Recordemos, que el ritmo de aprendizaje no es igual para todos; el ser humano es un ser capaz de realizarse ilimitadamente si encuentra situaciones que así se lo permitan o lo propicien; la conducta es más que el resultado de un estímulo y no puede ser simplemente explicada en términos mecánicos; la conducta está en función del campo perceptual del individuo en relación con las de los demás.
Desde esta perspectiva se presume que el objetivo principal de la educación es el pleno desarrollo del individuo como persona; no debe ceñirse solamente a los aspectos informativos e instructivos, tiene que abarcar otros que sean intrínsecos a la condición de persona como tal , y que respondan más al desarrollo y crecimiento humano.
En ese sentido, ya Heller desde (1982), señala como principios fundamentales para la educación: que es un proceso social, y que el aprendizaje con significado se produce mediante la interacción humana y que la educación debe involucrar el conocimiento y la comprensión del sujeto por sí mismo. También plantean que las metas de la educación son las de capacitar al hombre para que pueda vivir con los demás de un modo humano, proporcionar al hombre las habilidades necesarias para llevar una vida efectiva, y capacitarlo para vivir en su medio físico hacia el bien.
Más aún, autores como Watsuji ( citado en Gardels 1996), no percibe la ética desde el punto de vista del individuo como lo hace el modernismo, sino más bien desde un punto de vista interpersonal, para él la ética moderna, convierte al individualismo en el valor absoluto que hoy en día ha alcanzado su límite, pues lo esencial no es la auto-expresión ni la libertad personal sino el azar por la vida hacia la posteridad. Lo que se está planteando hoy en día es una ética en la cual el valor supremo se le otorgue no a los derechos absolutos del individuo, sino a la continuidad de la vida, la continuación de la civilización, de la especie y del sistema ecológico del planeta mismo. Es interesante destacar que durante los últimos trescientos años, el occidente ha edificado un mundo abundante fundamentado en el dominio de la naturaleza por parte del hombre pensante.
En estos tiempos de pluralismo posmoderno, se necesitan nuevos principios para la coexistencia de todas las razas, en el Norte y en el Sur, Scheler (citado en Gamper 2003) plantea que uno de los principios, que ofrece una alternativa para el dominio y la sumisión entre seres humanos es el “mutualismo”. El principio del mutualismo es también una ética necesaria entre los seres humanos y otros seres vivientes. Esto significa que todos los fenómenos naturales pueden coexistir en armonía y ayuda mutua; lo que implica que todas las cosas vivientes, plantas, ríos, árboles, animales, y el hombre, se consideran iguales.
Aparece así un continuo crecimiento a manera espiral, un continuo rejuvenecer de las opciones y compromisos individuales o grupales”. En esa aceptación mutua, yo debo ser yo y ofrecerte lo que soy; pero al mismo tiempo, debo permitir que tú seas tú, libre para aceptarlo o rechazarlo, no forzar nunca tu aceptación o tu respuesta.

La salud y la vitalidad del ecosistema humano dependen del cuidado que se le preste a la afectividad, favoreciendo estrategias de comunicación respetuosas de la diferencia, pues la ternura es una necesidad humana que se convierte en una necesidad social. Sólo a través de la ternura es posible formar con la interrelación de saberes para la convivencia respetuosa, ya que la caricia, además de ser una experiencia erótica e íntima, es también un tipo de experiencia social propia de ambientes congestivos que se muestran abiertos a la diferencia.
Esta formación de la sensibilidad perfila al educador como un esteta social, alguien que tiene como materia prima el cuerpo a fin de modelarlo desde una cierta idealidad, provocando el gesto desde el lenguaje y construyendo mediaciones culturales con el propósito de hacer posible la emergencia de sensibilidades y afecciones que tienen como paradigma el acercamiento delicado a la realidad del otro. Gurmendez (1993) plantea que es importante aclarar que la educación de los sentimientos es todo lo contrario a sumisión o complacencia con la violencia y el maltrato, en este sentido, asumir una educación y convivencia desde el sentimiento, es asumir una educación capaz de hacer de la afectividad una fuerza estética y acariciadora, dejando de lado todos los sistemas que la destruyen y fomentando los que la constituyen.
Sin embargo, se aprecia la opacidad de una formación desde la pedagogía de los sentimientos, donde se presenta una gran vacuidad entre el docente y el alumno, donde el educar se concibe como un acto de producción de conocimientos. Contrariamente, Freire (1990), plantea que la acción educativa debe ser mediada por un profesional de la docencia que base su acción en interacciones recurrentes que le permitan al educando comprenderse a sí mismo y comprender la realidad cultural que le rodea, así como la aceptación del respeto al otro, la libertad de participación y el compartir reflexiones que conduzcan al fortalecimiento del conocimiento. Refiriéndose a esto, autores como Restrepo (1998), afirma:
Cuando pienso en el aserto que califica a los pedagogos como formadores de hombres. El pedagogo es un escultor de sensibilidades. Así como al artista se le entrega la piedra o el lienzo para que produzca una obra, también a nosotros se nos entregan seres humanos para que les ayudemos a cultivar su sensibilidad, de tal manera que alcancen un estado estético donde sea posible la plena expresión del amor que le caracteriza.(p.88)

Sin duda alguna, estos planteamientos sobre el quehacer en escenarios educativos tienen como esencia la relación de amor, pues es la obra de arte que se construye con el vivir del docente y el vivir del alumno como escultores y modeladores de la obra en sí misma. Como ya hemos insistido, no se trata de renunciar al pensamiento y la razón en pedagogía, sino de debilitar su dominio sobre la psiquis para que otras dimensiones de lo humano puedan expresarse. Tal como lo plantea Jung (citado en Rojas 2007), se trataría de debilitar el control sobre la conciencia del pensamiento dirigido el que reconocemos como pensamiento en sentido estricto y permitir el influjo del pensamiento no dirigido, el cual expresa los procesos inconscientes.
Recordemos que el sentimiento es cuestión de vital y gozoso atemperamiento a la realidad en sí misma, también y en primera línea, a nuestra morada planetaria y cósmica. Con toda legitimidad y urgencia debemos reclamar una sensibilidad a lo ecológico, el llamado a la recuperación de la sensibilidad adquiere una indudable actualidad ecológica, articulándose con gran riqueza simbólica para estar en consonancia y sintonía con las infinitas presencias de lo real en nuestro sistema planetario.
En consecuencia, exige parentoriamente el maridaje o conjugación de sentidos, sentimientos y razón que en definitiva consiste la sapiencia, la cual podría definirse como un acto supremo de sensibilidad, caricia que se torna en la interrelación del saber, olfato que se orienta en el entorno, tacto que sabe palparse a sí mismo en el momento de tocar.
La nueva educación, además de enfatizar esas habilidades, destrezas y competencias para que la persona se mantenga en un continuo aprendizaje y autoaprendizaje, requiere igualmente, desde la base del sistema educativo, fortalecer los principios y valores tradicionales, los cuales no están en función de las exigencias del mercado ni de la productividad; sino que tienen que ver con el desarrollo de principios y valores éticos y de normas de convivencia social.

Participantes Grupo 6:
Elizabeth Pérez, Gladys Parra, Guillermina Ruiz, María Valecillos de A., Nancy Daboín y Teresita Villasmil de V.